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Las cosas se rompen

* Las cosas se rompen, admitámoslo. Cada vez que planeamos algo, una suerte de brisa cósmica conspira en nuestra contra y todo empieza a sal...

sábado, 25 de enero de 2014

Empiezo por el comienzo
















































-que en realidad esto ya empezó hace mucho, como 19 años y casi tres meses, no importa-.

Estás sentado en un balcón con vista a las sierras. Vista panorámica. El cielo parece la hendija de una persiana, nube arriba,  montaña abajo. Un solo hilo de sol alcanza para cubrir todo el paisaje. Pintarlo de amarillo: un río amarillo, una llovizna amarilla, árboles amarillos, gente amarilla. No te miento.

Desde que tu compañero Borges te advirtió que a la realidad le gustan las simetrías y los anacronismos, y desde que eso se cumplió con inexorable exactitud, pensás más en silencio cada acción: tomás agua en silencio, tocás la guitarra en silencio, cantás en silencio. ¿Entendés? Silencio de adentro. Y te alejás para encontrarte. Te vas, no sin una advertencia de ausencia, para volver y amar con más fuerza. Y eso es porque llenaste con agua la jarra y en vez de ponerla en la heladera, la servís. Está media caliente, sí, pero es lo más sincero -además, el hielo sobra si después viene tormenta-.

Lo que pensás en el balcón es lo siguiente:













































*Emi