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Las cosas se rompen

* Las cosas se rompen, admitámoslo. Cada vez que planeamos algo, una suerte de brisa cósmica conspira en nuestra contra y todo empieza a sal...

viernes, 28 de diciembre de 2012

M



































Hoy fue todo bueno.
Me reí, me cansé, me sentí bien.
Y te cuento porque sé que me leés.
Y eso es bueno, de alguna forma.

Tal vez fue nimio, insignificante: un simple beso.

Pero nada más lindo que ver infinito
-en la pupila-
nada más lindo que palpar el hilo que nos conecta
-y verlo blanco, fuerte, con vida-
nada más hermoso que tocarte y sentir paz.

Y ahora no sé.
Tal vez nuestras líneas se alejen
-en el infinito, las paralelas se juntan-
o se choquen tan fuerte
-como luna y mar, como sol y viento-
que el miedo se avergüence de su trabajo:

no importa, no hagamos planes.
Encontrémonos como lo harían dos seres comunes,
porque no sirve desparramar tanta grandeza así como si nada.

Te repito: Si estoy bien,
es gracias a vos.
















































*


martes, 18 de diciembre de 2012

Poema - Orlando F. Calgaro























Después vendrá sobre esta mesa
a pedirme disculpas.
Y pareceré un hombre fuerte.
Estas cosas
de las que tengo lleno el corazón
la silla, el mate, mis libros
la soledad entera
quedarán sorprendidas.
Al fin Orlando
tomaste la batuta
entre tanto tanto plazo.

Yo por dentro
correré
a juntar mis pedacitos.



































miércoles, 5 de diciembre de 2012

Vos

*


















y tus nombres
y tus miradas
y tu corazón
y tus sangres
y tus noches
con mis noches
con mis sangres
con mi corazón
con mis miradas
con mis nombres
y conmigo:

no existen más en esta memoria,
se quedaron en un jueves de agosto.
Nos quedamos mirándonos las sombras.
Y el miedo decidió por nosotros.

No existe en esta memoria el olvido
-más allá del deseo,
más allá del verano-,
no existe otra cosa que mi esencia intentando morir de nuevo.

Bueno, está bien.
Hagamos un pacto:
cada uno elije un nombre para el cielo
y lo guarda en la mano del otro
y nunca
nunca más los vemos.



















*

domingo, 2 de diciembre de 2012

Preguntas


*






































Cuántas veces anduviste al viento, con el alma en barrilete. Alguna vez viste al cielo meterse en el río y desplegar su luz a cada uno de tus espejos. Viste al pájaro sortear la noche y gritar de dolor al despertar el sol. Pudiste, en cada caída, recuperar fuerzas con tan solo un poco de agua. En qué momento descubriste que tu sangre no era la misma, que no hay un para-siempre. Conseguiste lo que querías, cuando todo insistía en que querer es solo perder tiempo. Podrías dejar que el sol queme tus ojos, dejándote hirviendo la mirada. Podrías dejar que la luna respire tu aire, y te lo quite como barco que se aleja. Entrarían las estrellas a tu corazón si siempre miraras al suelo. Desde cuándo en tus palabras hay silencio. Desde cuándo la oscuridad gobierna tus sentidos, tu presencia. De qué sirvió tanto esfuerzo, tanta entrega, si al final el río está seco y el bosque quemado. Por qué era necesario inundar el abismo con tus restos, si en realidad nunca floreció nada en esta tierra. Por qué escribir si hay música. Por qué pintar si hay cielo. Por qué llorar si la felicidad es contención de lágrimas. La felicidad es contención de lágrimas. Si ayer me amabas, dónde está el amor que me ofrecías. Si ayer yo te amaba, dónde guardé el amor. En mis tumbas en mis ojos en mis espejos. Fue en el verano, cuando cada una de tus hojas se desprendía de los hilos que nos unían. Cuándo se cortó el último hilo. Se cortó.

¿Volvamos al principio?
¿Por favor?




































*

viernes, 9 de noviembre de 2012

Tu locura










































No te quejes: esto es lo mio
que te dejo un poco a ver si te hace bien.
Este es mi silencio, disfrazado en gritos
porque hoy sufro tanto en cuerpo, en mente y en alma
que me alegra saber que estás leyendo esto
pensando en qué tiene que ver la locura con esto
si la locura es lo más puro del barro
la sangre fluyendo como río de caballos salvajes
que vuelan y giran y se caen
y gritan de alegría.
Y ¿Qué alegría si la vida es una mierda?
La alegría de, más que saber que estamos vivos,
saber que los otros también están vivos como yo y vos y todos
y corren como pueden
y tropiezan como pueden
y hacen lo que pueden cada vez que el sol les anuncia
que respirar es solo cuestión de olvido
de olvido sano, de olvido de las penas
para compartirlas y dividirlas
y más aún: compartir la alegría
y multiplicarla
exponencialmente.
Por favor, no critiques mi locura, que tan pobre te parece,
porque la luna me dijo un secreto:
te alumbro en este tiempo
para que reflejes la luz de mi compañero
y desparrames sobre esta tierra
tus venas llenas de fuego
y esperanza
para terminar por fin todos contentos y alegres
y tener una buena muerte, tan pequeña como el nacimiento
de un abrazo,
y tan grande, como lo mismo.
Te juro que esta locura, no se me va más
se me quedó impregnada
y ahora la siento brotar en mi piel y en mi mirada.
Incluso los pájaros se dan cuenta
cuando grito extasiado de dolor ajeno
desplegado en todos mis espejos y en cada uno
tus dolores, tus alegrías, tu locura.
Pero no termines de leer esto.
No te dejo.


















































martes, 6 de noviembre de 2012

Me das miedo (bis)*

*Otro consuelo para un cagón.













Se te va de las manos a veces
lo perdés
lo encontrás
pero lo perdés al fin y al cabo.
no hay memoria que valga
en esto de perder las cosas
y que nadie se dé cuenta.
no hay memoria
que resista tanto olvido necesitado.
no te das cuenta de que lo que vale
no es el oro
si no lo que costó conseguirlo.
no te das cuenta
y no me doy cuenta
de que si el amor es lo más hermoso
no hay porque sentirse ahogado en tu mirada
mi mirada nuestras miradas.
basta, animate a romper mis límites
cruzá mis lineas
rompeme la cara con una palabra
dulce o fea o gorda o pesada o dulce
pero si no lo haces
esto se olvida
no te olvides
esto se olvida.































Me das miedo.*

*Consuelo para un cagón























Lo peor cuando tenés el coso ese en el cuello
que no te deja respirar
es tener una remera que te apriete más todavía,
y una mochila que te pese en la espalda
toda transpirada.
Se te hace más grande la gota negra
esa que impide, como si fuera una represa,
el llanto desconmensurado que esconde.
No todo está bien. Pero el miedo.
El miedo te incita a lastimarte,
porque de tan desconocido
te asusta y te hace cruzar en rojo.

































lunes, 29 de octubre de 2012

1Inv



















































En el momento exacto del olvido
uno encontró el coso
y lo perdió
-como cuando se te cae una moneda
a la alcantarilla
y no hay nadie que mire lo que pasó-.

Después de eso aprendí
a ver con otros ojos lo pasado
lo que murió mientras ocurría.

Pero lo lindo viene solo si el olvido también ayuda
aunque eso depende más de vos
que del cielo la luna o los ojos.




















































































*

lunes, 24 de septiembre de 2012

Orlando o el desconcierto de las alondras - Carmen Díaz Margarit


"Le picó un enjambre de víboras
Cada una más venenosa que la anterior...

Pero Orlando se quedó inmóvil".
Orlando, Virginia Woolf









Introito

Orlando, hay miedo, miedo en las criaturas y en los cuerpos.
Cruzan los pies de hueso el paisaje de doscientos ahogados.

A los niños les crecen las rodillas
en los estanques de mármol,
Y por las noches huyen de las culebras en las corrientes
donde se hunden todas las tristezas.

Hay miedo, miedo en las criaturas y en los cuerpos.
Sobre el océano habitan la lluvia y el petróleo.

La desnudez humana se aleja de la playa anclada en la muerte-
De pie en la popa los blancos esnifan lunas como sonámbulos,
a babor se arrastran mulatas secretas como ciudades.

Las lágrimas no brillan en los tobillos ni en las fronteras.

Los ancianos son tan invisibles
que no se ven ni en los espejos del agua,
y si los edificios fueran cipreses
la soledad sería un arroyo contra el cielo.

Hay miedo, miedo en las criaturas y en los cuerpos.
Se alquilan novias, pestañas y culebras desconcertadas.

El veneno se vende en forma de poema,
de liguero, de fruta, de pájaro, en calles solitarias de domingo.


Orlando,
¿sabrías decir qué mérito tiene
que el mar sea tan libre sin saberlo?
El mismo que el bostezo que te envían
los labios amarillos del ser más tirano.

Dime si es azufre lo que brilla en tus dientes,
dime quién es, quién eres.

¿Dónde van a expirar los gemidos de tu pecho tan rígido?

Dime si tu bostezo es interminable
como el alma del hierro que sólo quiere
herir el pétalo del alba.

¿Hacia dónde se alarga, Orlando, la persecución sin sonido?

Dime si no te asfixia el dolor en tus labios,
y a quién bostezarás cuando la tempestad
te arranque de cuajo el incienso de tu vientre.

¿Adónde volará la luz que hoy ilumina tu secreto?

Dime, ¿adónde,
adónde buscará cobijo el relámpago
que abriga el desmayo de los labios del pez desnudo?
Dime qué cicatriz de amor temblará en el deseo,
si los amantes nunca sintieron el pecho junto al pecho.
¿Hacia dónde, Orlando, vagará la cadencia
de tu bostezo larguísimo?

Dime si acaso existen los cuerpos
porque la carne sólo siente la cintura de la tierra.
Dime, si es que puedes,
¿adónde irá a latir el engaño de la piel indivisible?

¿En dónde morirá la única verdad,
la esperanza de los dientes,
y esa nuca que interrumpe el amor sin saberlo?


Orlando, te traigo en la melena
de algas larguísimas como sirenas
las alas que olvidó Perséfone.
Nadie sabe por qué se ciegan sus ojos cuando te mira.
Quizá sólo sea la mentira efímera del amor.
Cuéntame ahora, si puedes, Orlando,
los daños de la guerra en su piel anónima,
y quiénes temblarán en los árboles mañana como lágrimas.

De su laberinto, del musgo y de la playa
nadie recuerda la luz.
Se marchó volando con su cuerpo a cuestas
y te abandonó borracho de placer sobre las olas.

Nada existe en la carne,
sino la miseria y el hambre.
Nada existe en Europa
si no fuese la flauta que te dejó Perséfone,
para que difundieras por la Rosa de los Vientos
el engaño más tierno.

Del corazón que bebió en sus labios
no queda en el mundo nada más
que el reflejo ambiguo de los espejos.

Y en la vida humana todo es codicia.
* * * 









II. Cuando Orlando nació mujer


En el libro segundo del Génesis, Orlando
tenía condición femenina y salvaje,
forma de mujer y de cabra.

A Orlando la encontraron
en un nido de sangre negra.
Sus alas pegadas en el barro.
Su frente, en la ballesta, inmóvil.

(Un pez vive en eterna penumbra bajo el agua.)

Orlando aprendió a ser serpiente marina,
bestia codiciosa de la materia.

Buscó como alimaña en la tristeza
ignorando su sombra de color y ombligo.

Se mojan las escamas de la piel negra
dentro de un manantial de claridades.

Orlando abandonó ayer la ciénaga.


No podría negar el membrillo de tu voz.
La niña que olvidé navega 
en el seno de cristal azul marino,
y en todos los tejados de esta ciudad sin duendes.

No he visto descender por tu espalda
las naranjas azules del amor
ni la cereza amarilla del olvido.

Que el vientre de granada cubra año tras año mi cintura
cada cinco de mayo en primavera.


La voz de Orlando,
entre todos los instrumentos de viento,
elevará la sangre blanca que ya no existe.

Su frente delicada,
y su lengua que lamió los ataúdes de Burundi.

Alada se ahogó en laguna blanquecina de la infancia,
incólume pasión de agua.

Ya ya te sabía hábil carne de estaño
como suave espasmo de rosa.

El reloj y el arpa cotidiana te esperan
cada noche,
y la muerte.


En enero de 1932,
Orlando nació gitana.
Galante, toda una reina.

Águila bellísima en la espesura,
en el lago oscuro de su cabello.

Una mirada tan negra que hasta la noche la temía.
negra la piel, negros los ojos,
negra pasión de la España negra.

Bravura del toro en su amanecida.

El corazón de acero iba a cantarle la zarzamora.

Hay un incendio en el aire,
cuando sólo la tierra se retuerce por su bravura.



No te acerques. Tus ojos.
son tan duras las llagas de la víbora,
las escamas de los besos inertes.

El miedo de las fieras
siento
si te aproximas.

Por favor, no te acerques.
Es tan fría la sonrisa que resplandece.
Aquel dolor antiguo de cuando me perdía en tu talle,
el que ya casi no puedo atreverme a decir,
por la desolación después en una vida lejos del mar.

No te acerques. Tus ojos.
Por favor, no te acerques.

* * *










III. Y cuando Orlando nació...


Porque los ángeles no están permitidos
el ángel nacerá con el pecho mutilado.

Conseguirá la alquimia del hombre
en una rosa negra.
Volverá desnudo y sin alas.

Orlando olvidó la plenitud de la luz,
el desconcierto de la alondra.

(Se quemas criaturas inocentes
en la luna menguante que crece en los delfines.)


Si me resisto a la muerte
es porque el dolor se confunde
con el poema que nunca escribiré.
Ardiente vocación la del náufrago.


Llegué a la villa de Madrid en 1504,
en un globo de mi amigo Ariosto.

Nunca conocí bien el destino.
Me engañó una hembra verde claro de tules,
que me vendió como nenúfar en el mercado de Abastos.

No he sido nunca caballero
ni he tenido rango
pero lamento la masacre de los Balcanes.
(Y también la de indios y kurdos.)
Violaciones y soledad para los muertos.

No soporto el incendio de tus ojos, Orlando.

Con el calor del mes de julio el asfalto se hincha
y las dominicanas bailan con las sogas al cuello en Aravaca.

Madrid está tan triste
que hasta se ha suicidado un murciélago blanco.

(Si hubiese tenido el color amarillo de juan ramón
para besarte,
no me habrías dejado.)

Madrid entra por las venas,
como las jeringuillas del estío.

Madrid soy yo, Orlando,
una calavera cubierta de gusanos.

Sobre el asfalto negro se estremecen ilustres
los pocos jilgueros que quedan del invierno.

El lamento de los seres consumidos 
por la heroína y los ácidos.
El vacío de las cuencas submarinas y el caballo.

Madrid es un asesino,

Una calavera cubierta de gusanos.


La calavera es la de un caballo árabe,
que espera un concierto imposible de vihuela.
O de violines largos.

El negro que vende tabaco
en la esquina del metro o del desierto
nació en un país donde las niñas mueren ahogadas
si nacen en cualquier mes del año.

Nací con el deseo de perderme
en este cuadrilátero de lobos y semáforos.


Me pierdo en la geografía de tu cuerpo, Orlando.
(El mundo es canalla como los buitres leonados del Duratón.)

En el Líbano mueren judíos israelitas.
(La ayuda humanitaria es secuestrada en Kosovo.)

Si fuiste Madrid, Europa o Mesalina,
o quizá un sueño de paz en Oriente Medio,
todo me resultó tan insólito como el abrazo torpe de la nieve.


El oráculo de Hermes ha descifrado
en esta mañana de septiembre
unas escrituras egipcias.

Pero del humo nadie recuerda nada,
pero la ceniza nadie la reconoce
en el aire de las basílicas otomanas
ni en el de la catedrales góticas.

Pero el humo de los niños asesinados por el cólera,
la desnutrición y la maldad nadie lo recuerda.

Pero la ceniza de la carne calcinada por la guerra,
La injusticia y la tortura nadie la recuerda.



Un hombre de color llega sin alas
a la meta del hambre y de la muerte.
Es un ángel desnudo que desafía
La velocidad de las balas. 
Selva de África para turistas boquiabiertos.
Dos niños, nenúfares de tres años,
parece que duermen en la selva del desierto.
Un hacha les ofrendó la eternidad del sueño.

Una mujer, sentada en su trono de polvo,
ofrece su pecho a un niño hinchado de metralla.
Todo muy europeo.

Burundi es un cementerio vivo
de ángeles mutilados,
de cadáveres de color amatista


Dionisos le quitó a Orlando
las riendas del carro de los vientos,
por eso Orlando no cuenta fábulas en el mes de julio.

En Asia, no hay violetas ni álamos de primavera.
Sólo una mujer que ofrece su niña
de once años a los corsarios,
a la orilla del mar,
a cambio de trigo y agua.

Que no quede el rostro de la miseria.

(Las montañas cantan como un órgano de ojos acuchillados.)



El pensamiento del amor recorría
huesos y libélulas doradas.

La claridad tejía las sombras
de los hombres y sus lanzas.

Orlando llevó a Europa
las trenzas ahogadas de todas las niñas yugoslavas.

Niñas violadas, mujeres malvas y violetas.



Orlando en agosto viajó a Etiopía.
Era 1986 y la mentira azul.

Una mujer delgada moría de cáncer,
del mal que desfallecen los nenúfares
que viven con los labios en el polvo de la tierra.

La mujer esquelética
yacía en su nido que no devora rosas
ni lunas descendiendo.

Niños de dos y tres años miraban con un pez en el hombro.

La madre, 
desahuciada de sus pobres túnicas blancas.

Los humanos corrían como aves de colores,
Levantaban un polvo celeste que inundaba la noche
Como si hubiese un mar de nubes acuáticas.

(En 1996,
ganaron medallas como alondras amarillas en Atlanta.)



La voz de un ángel.
Una voz infantil con el hueso dulce de una mujer
y la savia incendiada de un hombre.

El timbre que pudiera acercarse a la leyenda de Orlando.
Al umbral del Barroco.
De la fragilidad.

El año del despertar en la Europa del s. XVII.
Los grandiosos carruajes.
Los lujosos vestidos.

Pobres desgastados como látigos,
cuyas voces sublimes se elevaban
hacia la perfección inalcanzable.
Mudos y ciegos,
olvidados de sí mismos.

Su cuerpo no podía acceder a la plenitud de los hombres.

Orlando disfrutó de su voz prodigiosa,
pero no de mujer
ni del hombre y su vileza.

Orlando castró a su hermano.

Indolente en la corte de Felipe II,
consela su melancolía
en los furiosos brazos de Mesalina.

Orlando y una voz única y humana.
Envuelto en una armonía universal sin sexo,
en la que hemos oído la voz de Dios
o el eco de un ser mítico que nos acongoja
con su grito frágil hacia lo inefable.

* * *











Epílogo


Los lunes, Orlando se suicida como Píramo.
Tisbe le imita los martes.
En Hiroshima nacen todavía hijos de la bomba atómica.

El miércoles, Ovidio se disfraza de Cupido.
Eneas mata a Dido los jueves.
En el mundo hay miles de millones de pobres.

Los viernes, Ulises sirve de cena el ojo de Polifemo.
En Moscú los mendigos se alimentan con carne humana.

Melusina, los sábados, es serpiente de cintura para abajo.
En el mundo hay miles de millones de mujeres castradas.

Los domingos es Marta de Nevares
una gacela de la selva alucinada.

En la guerra de los Balcanes,
todos los días Sísifo dibuja su pregunta.


















*De "Orlando o el desconcierto de las alondras" 1999 Fuente: http://amediavoz.com/diazmargarit.htm

domingo, 2 de septiembre de 2012

(Casi)Poema

*





































Si supieras todo, o nada,
no importaría
ni siquiera si te dedicaras a encontrarlo, o esquivarlo.

-el sol no es sol por su sola presencia-
-el viento te despeina pero no porque se le dijo,
en el principio,
que lo hiciera-.

Mis problemas, y los tuyos
son algo más que polvo en la pupilas,
o azúcar dispersa por el aire.
Y no hay razón para creerlos imposibles.
Por eso la verdad se ofende
de tanto intentarla,
y se debilita en cada guerra que ocurre
entre lo esto y lo otro

-entre mis sangres y tus sangres
seguro pasa lo mismo-.

Ahora,
hasta el momento incierto de lo inoportuno,
estoy en esa dimensión oscura
donde se destruyen mis certezas y las tuyas.

De ahí que el amor
no aparezca como certeza ineludible
por más que se me trice el alma al decirlo.
De ahí que no nazca,
en estos tiempos de esperanza inconclusa,
la necesidad de buscarnos en el viento.






































*emi-kuld

domingo, 26 de agosto de 2012

Saramago*

*Sin duda es la estrella que me cuida. Podría jurarlo.






































Catorce de junio

Cerremos esta puerta.
Lentas, despacio, que nuestras ropas caigan
Como de sí mismos se desnudarían dioses.
Y nosotros lo somos, aunque humanos.
Es nada lo que nos ha sido dado.
No hablemos pues, sólo suspiremos
Porque el tiempo nos mira.
Alguien habrá creado antes de ti el sol,
Y la luna, y el cometa, el espacio negro,
Las estrellas infinitas.
Ahora juntos, ¿qué haremos? Sea el mundo
Como barco en el mar, o pan en la mesa,
O el rumoroso lecho.
No se alejó el tiempo, no se fue. Asiste y quiere.
Su mirada aguda ya era una pregunta
A la primera palabra que decimos:
Todo.











































Signo de escorpión

Sabrás que para ti no habrá descanso,
La paz no está contigo, tampoco la fortuna:
El signo así lo ordena.
Te pagan bien los astros esta guerra:
Por más breve que sea la cuenta de tu vida,
Pequeña no será.








































En el corazón, quizá, o más exacto: 
Una herida rasgada con navaja, 
Por donde se va la vida mal gastada, 
Con total conciencia nos apuñala. 
El desear, el querer, el no bastar, 
Equivocada búsqueda de la razón 
Que el azar de ser nos justifique, 
Es eso lo que duele, quizá en el corazón.






































Hasta la carne

Otros dirán en verso otras razones,
Quién sabe si más útiles, más urgentes.
Éste no cambió su naturaleza,
Suspendida entre dos negaciones.
Ahora, inventar arte y manera
De juntar el azar y la certeza,
Se lleve en eso, o no, la vida entera. 





































Intimidad

En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,

En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,

En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.





































Laberinto

En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En el largo pasillo de puertas falsas.

De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flotan, en la memoria que regresa.

En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.

En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz de sol, los pasos justos?

En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.






































*

martes, 21 de agosto de 2012

FUI AL RÍO - JUAN L. ORTIZ

*
























Fui al río, y lo sentía

cerca de mí, enfrente de mí.
Las ramas tenían voces
que no llegaban hasta mí.
La corriente decía
cosas que no entendía.
Me angustiaba casi.
Quería comprenderlo,
sentir qué decía el cielo vago y pálido en él
con sus primeras sílabas alargadas,
pero no podía.

Regresaba

-¿Era yo el que regresaba?-
en la angustia vaga
de sentirme solo entre las cosas últimas y secretas.
De pronto sentí el río en mí,
corría en mí
con sus orillas trémulas de señas,
con sus hondos reflejos apenas estrellados.
Corría el río en mí con sus ramajes.
Era yo un río en el anochecer,
y suspiraban en mí los árboles,
y el sendero y las hierbas se apagaban en mí.
Me atravesaba un río, me atravesaba un río!
























Juan L. Ortiz
* Conocido por un/a lector/a. Gracias!

sábado, 11 de agosto de 2012

E

*



































Estoy en el río,
cae el sol sobre las piedras,
no hay nada que perder,
la soledad no inunda.
Estoy bien.

Y pienso
en lo que viene,
y comprendo: 
todos tienen sus problemas,
sus dolores,
sus cosas de la vida.

Pero cuando el río cae sobre las piedras
no importa
-entiendo que siempre es poco tiempo
que hay que sonreír a pesar del agua
que los moretones son de azúcar
que la dulzura está en los ojos-.

Y justo cuando miro, te encuentro.

Me voy, hoy,
después de tanto,
estoy bien.





































*

viernes, 27 de julio de 2012

1K

*
































Aprender cómo hacen los ojos

la luna
o el cielo
para encender los bosques de la memoria
e inundar tal abismo
es agrandar nuestros espejos,
regar la sangre,
desplegarse.

Por eso intento.


Y cuando lo logro

-cuando el límite se quiebra-
te siento refugio del alma,
sin nada más que el cielo 
adelante.

Eso es cruzarte.
















































*

lunes, 2 de julio de 2012

Inflar el pecho y mirar al frente

*



























Y si te pído perdón es porque no tuve tiempo de hacer lo debido. Y porque ahora tengo miedo. Tanto como si fuera un pájaro, como si de pronto me salieran alas, un pico, patas, plumas, y me quisieran encerrar.    Y esto no es nada.

Entonces se abren esas cajas tan parecidas a la mente, se desparraman imágenes: pero nunca voy  a poder responderte: ¿Que pasaría si cruzara el límite?¿Qué harías si así como si nada te toco el alma?¿Qué harías si te dijera que te amo?: Es solo precaución. No me malinterpretes. 

































Te juro que intento.































Pero sigo impregnado a mi mismo como siempre, y cuesta desprenderse. 

Cuesta ante estos dolores del alma, inflar el pecho, mirar al frente, apretar tan fuerte los puños que salga sangre, y correr. Correr tan rápido como lo permitan las piernas entumecidas, y que el frío del viento sea lo que te despierte los ojos. Tirar la bici y llorar. 































*

miércoles, 20 de junio de 2012

lunes, 7 de mayo de 2012

D*D

*



















Digamos que salí a caminar, como si nada, como si nada en serio.
Y caminé.
Y aunque me estuve buscando
(para verme sentado abajo de un árbol, o charlando con alguien, o caminando),
estuve siempre a mi lado.
Buscándome.





















*