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Las cosas se rompen

* Las cosas se rompen, admitámoslo. Cada vez que planeamos algo, una suerte de brisa cósmica conspira en nuestra contra y todo empieza a sal...

jueves, 24 de mayo de 2018

Montaje de cuando fui a Inhotim


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Cuando fui a Inhotim, visité una galería de una artista que sacó muchas fotos de una comunidad indígena en el Amazonas (más datos por favor) y dividió la exposición en tres partes: la tierra, el hombre y el conflicto. En la parte del conflicto había fotos de los miembros de la comunidad mirando a la cámara, cada uno con un collar que tenía un cartelito negro con números en blanco, tipo serialización de la vida, equivalencia pos-identidad. Saqué fotos a las fotos y puse una de una nenita mirando con una cara impactantemente seria, con el número 16, de fondo de pantalla. Con el pasar de los días la nenita me empezó a mirar. Y cada vez que quería usar el celu, su mirada se anteponía. Dos segundos o tres de su mirada y ya se me ocurrió escribir esto, digamos, como para preguntar cómo va a seguir esta historia, si se va a volver insoportable, si voy a dejar la imagen aunque me produzca rechazo, si la voy a sacar, si la voy a sacar pero la voy a guardar en algún lado, si la voy a sacar pero voy a hacer un arte con esa foto y este texto al lado. Me parece interesante esto último, porque mi intención no es hablar de lo insoportable del dolor de los pueblos, del imperialismo  o la cara mala de la globalización. Estoy hablando de que una imagen me podría resultar insoportable. Y eso tiene que ver con una sensación. Y por lo tanto, todo esto tiene que ver con una política de lo sensible. Y como lo pongo en palabras, lo enuncio, revelo el mecanismo de la revelación de los mecanismos: hago ficción y hago una heterotopía (que tiene una relación dialéctica, o de negación determinada, con la utopía), etc.

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*Emi

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